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Thomas Briceño: “Hay un bóxer específico que uso para las competencias”

El floridano que va por por otro ciclo olímpico de Judo

Cuando Thomas Briceño pisó por primera vez un dojo, no imaginaba que su vida estaría marcada por ese espacio. Al principio, por curiosidad, empezó entrenando los sábados, pero pronto la rutina se volvió más exigente. “Empezamos de a poco a ir luteando... y logramos bajar de peso”, recuerda entre risas. Lo que partió como una actividad para mantenerse en forma, se transformó rápidamente en una carrera deportiva.
A los 12 años ya estaba compitiendo a nivel internacional y logró una medalla de plata en su primer torneo infantil fuera del país. “Ahí me empezó a interesar un poco más también el judo”, dice. Pero no todo fue lineal: como muchos deportistas adolescentes, atravesó momentos de duda. “Obviamente, como todo chico, cuando tenía 13 o 14 años pasé por un periodo complejo de no querer ir a entrenar. Para un niño de 14, 15 años, perderte el cumpleaños de tu amigo, de tu familia, incluso muchas veces tu cumpleaños, es complejo”, dice Thomas.
Pese a esas dificultades, Briceño siguió en el Judo. A los 15 años ya formaba parte de la selección nacional cadete. En 2009 ganó el Campeonato Sudamericano realizado en Santiago, y al año siguiente obtuvo el bronce panamericano, lo que le permitió dar el salto a la selección adulta. Desde 2010 no ha dejado de representar a Chile en torneos internacionales. “He sido campeón nacional todos los años consecutivos desde entonces”, cuenta. Su palmarés incluye medallas en Grand Slam, Grand Prix, Open Panamericano, Open Europeo, y múltiples títulos sudamericanos.
Con 31 años, ha participado en más de 150 torneos nacionales y alrededor de 100 internacionales, incluyendo dos Juegos Olímpicos: Río 2016 y París 2024. Sin embargo, su ritmo de competencias sigue siendo intenso. “Aquí por lo menos me quedan unas cien competencias más. Compito alrededor de 25 veces al año”, afirma. Esto significa estar fuera del país entre seis a siete meses por temporada. “Igual es complicado, porque tengo una hija de tres años. No es que deje los siete meses de corrido, pero sí son viajes constantes. Ahora, por ejemplo, estoy en España y me quedan tres semanas más de concentración”.
A la par de su vida como judoca, Thomas decidió estudiar Mecánica Automotriz. Lo logró gracias al apoyo de la institución, que le entregó becas y facilidades para compatibilizar su carrera académica con el deporte. Hoy tiene una pequeña cartera de clientes y, cuando su agenda lo permite, hace reparaciones durante el día. Su sueño a futuro es tener su propio taller mecánico. “Siempre me han gustado los autos. Ese fue mi gran incentivo para estudiar”, cuenta. Además, está cursando el programa de entrenadores de la Federación Internacional de Judo, pensando en lo que viene después de la alta competencia. “Es una opción ser entrenador de aquí a cuatro años más. Va a depender de muchas cosas: la remuneración, la estabilidad. Ser entrenador igual significa estar viajando constantemente y yo ya llevo 15 años prácticamente viviendo arriba de un avión”.
Mientras proyecta su vida fuera del tatami, Thomas no pierde el foco competitivo. Sus próximas metas están claras: Juegos Panamericanos de Lima 2027 y Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028. Aunque reconoce que ha sufrido seis operaciones y “un millón de lesiones más”, sigue motivado. “La cabeza y las ganas de conseguir resultados más grandes son las que me están haciendo ir por otro ciclo más”, afirma. Entre los rituales que mantiene como parte de su carrera está su ya famosa cábala: “Hay un bóxer específico que uso para las competencias. Después se lava, se guarda y no se ocupa hasta la próxima. Es como una especie de cábala”, cuenta entre risas.